Hace unos días murieron dos Guardias Civiles en un desdichado accidente mientras realizaban su trabajo de madrugada. A media mañana, en todos los cuarteles del cuerpo ondeaban las banderas a media asta.
Los militares son muy dados a mostrar signos de duelo y respeto con mucha seriedad, con un rigor difícil de encontrar ya, aunque se están contagiando de unas formas copiadas de los yanquis que poco tienen que ver con nuestras tradiciones.
Morir por un accidente mientras estás trabajando es algo que le puede pasar a cualquiera. Es verdad que hay unas profesiones que tienen más riesgos que otras, pero le puede pasar a cualquiera. Por eso, puede discutirse sobre la conveniencia de poner las banderas a media asta cuando sucede, pues no solo les sucede a ellos y no siempre que fallece un guardia se ponen las banderas a media asta en todos los cuarteles.
Para todos o para ninguno, es posible.
Sin embargo, poner las banderas de esa manera esta vez ha sido una verdadera infamia.
Aún tenían el corazón encogido todas las gentes de bien que había contemplado las imágenes del asesinato de otros dos Guardias en Barbate. Aún no habían olvidado cómo muchas voces, dentro y fuera del benemérito cuerpo, habían pedido que se pusieran las banderas en señal de duelo. Y no olvidarán nunca que un gesto que no arrojaría consuelo, pero sí dignidad, fue negado.
Y esa vez, la muerte no había sido un accidente. Había sido cumpliendo con el deber de enfrentarse al lado oscuro de la humanidad, en inferioridad de condiciones, pero con hombría.
El cuerpo entero, y especialmente las familias de los dos asesinados en Barbate, han tenido que sufrir la infamia de ver las banderas a media asta que les negaron a los suyos. La maldad o vileza de quienes negaron el signo de duelo entonces y lo han permitido ahora y el descrédito, la deshonra, de quienes entonces se plegaron y esta vez se apresuraron.
Maldad o vileza de políticos y descrédito, deshonra de jefes.
Ése es el panorama que tienen por delante los de verde.
Alzo mis oraciones para todos los fallecidos, que Dios les acoja, y sus familias, que Dios les de consuelo.