a por los funcionarios

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a por los funcionarios

Ofensiva contra los funcionarios. En medio del caos que se nos ha venido encima por el asunto del coronavirus, el gobierno nom-comunista ha emprendido una ofensiva contra los funcionarios. Más bien de forma discreta, sin dar demasiadas noticias, pero una ofensiva.

Es cierto que muchos otros grupos están teniendo que aguantar un deterioro sin igual de sus condiciones de trabajo, de la generación de riqueza y recursos que necesitan para vivir. Es cierto, pero esos problemas son derivados de la gestión que se está haciendo de la epidemia, que si bien es absolutamente catastrófica, escapa del motivo del presente artículo.

En cambio, el ataque a los trabajadores públicos no tiene nada que ver con el virus dichoso, sino con un plan establecido anteriormente de derribo de las condiciones que estos tienen por el hecho de serlo. En un movimiento sorprendente por su rapidez y por haber sido ejecutado en medio del estado de alarma que nos tenía presos sin condena, se arrasó con el sistema especial de pensiones de los funcionarios. Y en un movimiento futuro, pero cercano en el tiempo, se liquidará el sistema sanitario también especial que disfrutan.

No se trata de que ninguno de los dos sistemas funcionen mal. Tampoco es cuestión de que sus beneficiarios estén descontentos con ellos. No es eso. Simplemente es algo ideológico, es el método ya conocido de la “igualación”. Pero igualar solamente se puede por abajo, así que la liquidación de esos dos sistemas solamente va a suponer el empobrecimiento de este grupo de trabajadores, la pérdida de parte de sus pensiones y la asimilación de su sistema sanitario en el ya disfuncional sistema de la sanidad pública.

A estas alturas de la lectura alguien puede pensar que defiendo que nuestros funcionarios tengan privilegios. Ni mucho menos. Tengo muchas cicatrices por abogar por el necesario derribo del estado tan elefantiásico que tenemos, contemplando entre muchas cosas la innecesaria (e incluso contraproducente) labor de muchos de los empleados públicos y la poco eficiente del resto, pidiendo por que, en la medida que sea posible, que es mucha, sea el mercado quien se encargue de proveer los servicios que los ciudadanos necesiten y demanden.

Lo que ocurre es que con estas acciones, quienes pretenden tener el poder completo sobre nosotros y sobre nuestras vidas, se apuntan un valioso tanto. Las pensiones de varios millones de personas pasan a estar comprendidas en la caja común, en ese absolutamente fraudulento sistema piramidal ya quebrado, al que le propinarán sucesivos recortes en los años venideros. Esa caja que, sabiendo que está vacía, sabiendo que no da para que los jubilados tengan pensiones dignas, utilizarán convenientemente para justificar subidas de impuestos que empobrezcan aún más a los que generan riqueza. Su poder sobre la población aumenta cada vez que esta se hace más pobre y más dependiente.

Teniendo a todo el mundo atado a la seguridad social aumenta también el control sobre la población. Su salud está en sus manos de manera completa y todos sabemos, en estos atribulados tiempos, lo que eso significa. Disponen de nuestras vidas y las manejarán como mejor les convenga. Además, el golpe se lo llevan también y no por casualidad, las compañías de seguros de salud, auténtica bestia negra del socialismo por satisfacer mucho mejor que la narcisista sanidad pública las necesidades de sus usuarios. No hay más que ver a destacados comunistas frecuentando las clínicas privadas, tanto por cualquier molestia leve como por enfermedades que ponen en riesgo cierto su vida.

Y no es desdeñable la propaganda que, en caso necesario, pueden utilizar para darse bombo entre sus huestes y otros incautos, por haber desmantelado empresas privadas, nocivas todas, y por haber defendido como se merece “lo público”.

Quien se alegre por que estos malvados, improductivos y vagos funcionarios pierdan parte de sus prebendas, no se da cuenta de que lo que le sobra a sus gobernantes son ganas de hincarle el diente a la riqueza de todos y que si ahora no le toca, le llegará el turno.

El desmantelamiento del estado leviatán que hemos levantado es necesario y urgente, pero para ello hay que, entre muchas cosas, intentar pasar a un sistema de pensiones que no sea un fraude, que sea viable, que garantice la pensión de cada uno en función del esfuerzo y ahorro que haya acumulado durante su vida y construir un sistema de salud descentralizado en el que el usuario pueda elegir la compañía que mejor se adapte a sus necesidades y en el que no esté rehén de las arbitrarias decisiones del político de turno.

Igualemos las posibilidades de elección de todos en lugar de meternos todos en la trampa del socialismo, en la pobreza absoluta.

Artículo originalmente publicado en El Club de los Viernes.

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