Son ya muchos años por aquí, y siempre le he tenido un cariño especial a estas tierras. De niño, eran como mi hogar, ese que no encontraba junto al mar. De joven, la tierra prometida que nunca cumplió su palabra y de adulto, el hogar de mi familia.
Pero el oeste se va, poco a poco. Quedará, previsiblemente, donde estaba, en la lejanía, en el anhelo. Quedará otra vez como la tierra que llama, la que hace que el camino, siempre hacia donde se pone el sol, sea el camino de vuelta a casa.