Silencio

Silencio. El paso sube la cuesta, encajonada en el barrio viejo de la vieja ciudad castellana, gira lentamente. Un redoble marca el paso, despacio. En la calle, al poco, se detienen. Callan los tambores, callan los cofrades, callan los niños y callan los que contemplan la escena. Los cofrades bajan el paso con cuidado y resoplan, un descanso antes de seguir. Un trago de agua, atentos a las órdenes, secas, gritos callados. Y todos miran a la Virgen, llorosa, que sostiene cuidadosamente a su Hijo retorcido en su regazo. Serena, no protesta. Aguanta, sabe. Silencio.

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Carta abierta a Baleo

Lo que me conocen saben que siempre he sido, y soy algo parecido a un forastero en todos los sitios, el hombre sin tierra, como un electrón libre. Con esos antecedentes, siempre me acerco a las citas que hablan de las raíces de nuestros pueblos con bastante timidez, en las últimas filas y sin hacer mucho ruido, como sabiendo que, en realidad, no va conmigo la fiesta, que es un mundo que no es el mío. Pero con Baleo ya me siento como en casa. Siempre que los escucho, me sumergen de cabeza en el oeste de España de hace un tiempo, pero que permanece en cada uno de los que ahora lo habitan, ellos incluidos, ese mundo olvidado y casi invisible que ya solo recuerda lo que…

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Lista 2014 de Acabezon

Un remanso de paz, un oasis de buen gusto, una lista de Spotify a la que merece la pena estar enganchado horas, sin otra ocupación que escuchar.Exquisita, interminable, impagable.Suerte que existan las tecnologías que permiten compartir música y, sobre todo, vida. Distante, pero vida. Digital, pero vida.Recomiendo, vaya si la recomiendo.

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Navidad.

Hacía ya mucho tiempo, muchos años que no tenía que pasar la Nochebuena trabajando. Este año me ha tocado, qué vamos a a hacer. Pero un pequeño gesto ha hecho que me pareciera de verdad Nochebuena. Agradezco la visita. Los tres lo saben.

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Fiestas

Los campos con la mies ya recogida y el sol al oeste. Una procesión avanza desde el cementerio hacia el pueblo. Delante, los dos hombres ya mayores que llevan los ciriales desde hace muchos años, tantos como la memoria alcanza. Detrás la charanga con su toque estridente y repetitivo, casi dañino para los oídos, los mayordomos cargando con el Cristo, serios, y luego el cura con el resto. Llegarán hasta la iglesia del pueblo, parándose varias veces para que un grupo de mujeres y niñas supere la Imagen y baile dándole cara a ésta, mientras todos miran, y los cargadores descansan. Al llegar, solemne misa, que abre las fiestas del pueblo, las fiestas patronales. Y al día siguiente, misa mayor y procesión, sí, otra vez, recorriendo ahora las…

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Como iba diciendo

Nació este humilde blog para poder contar cosas, lo que se me fuera ocurriendo, sin trascendencia casi siempre, algo sentidas otras veces.Y no se ha cumplido. Se ha quedado en un sitio quieto...Espero que no sea así en adelante.

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HIGO 2010, SEPÚLVEDA

La ancha, dura y prieta Castilla tiene heridas profundas. Heridas que comenzaron hace ya mucho tiempo y que continúan horadando la tierra, despacio, sin ruido, sin descanso.Hasta una de ellas, pacientemente tallada por un calmado río nos fuimos, pasando antes por entre los rastrojos del campo de Peñaranda, los granitos de Ávila, la antes Cote de Segovia, hasta dar con una villa, vieja pero aún altiva, que por Sepúlveda la conocen.Igual que la villa, que descansa sentada en un balconcillo mirando al río, nos recibió la señora Engracia, capa gruesa de maquillaje, labios rojos carmesí, uñas a juego, ojos de azul y edad de oro.Su terraza está en la calle principal, justo antes de la plaza, con las mesas de bambú y las sombrillas desplegadas, vacía, nadie sentado…

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La Latina

Hace ya un par de años de esta fotografía.Me impresionó la oscuridad y el silencio que había dentro.Hace muchos años que cerró, y más que yo no me daba una vuelta por allí.Estuve un rato parado delante, sin reparar en las voces que me daban mis hijos. Recordé los viejos tiempos, las cañas, los pinchos, los amigos, pero solamente un momento.Al fin y al cabo, para eso son viejos tiempos.

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Corriendo

Siempre me ha gustado correr. Calzarme las zapatillas, viejas si puede ser, un pantalón corto, una camiseta grande y que vaya por fuera del pantalón, y, sin más, empezar a correr. Lo he hecho, con interrupciones, desde aquellos lejanos tiempos en que estaba en el instituto y me llevaba la ropa en una pequeña bolsa de deporte para ir después de las clases de la tarde. Lo he hecho en la pista de la ciudad deportiva, siempre por la cuerda y en el sentido contrario a las agujas del reloj, en la carretera de "aldialba", empezando en el kilómetro tres y hasta "el mejorito", por el soto y hasta Bocacara, lo he hecho por el páramo sayagués, por senderos entre escobas, por el paseo marítimo de Las Palmas,…

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¡Ssshhh!

    Siempre entro cuando me voy a dormir. Primero en la de él y luego en la de ella, procurando no hacer ruido. Me paro junto a la cama, en silencio, y observo. Me detengo un momento a escuchar su respiración, hasta percibir un leve movimiento. A veces incluso me acerco hasta que vuelven la cabeza, suben una mano, o se dan media vuelta. Entonces me quedo tranquilo, salgo y cierro despacio la puerta, doy por finalizado el día y me marcho a descansar. Lo hago desde que nacieron, siempre con cierta angustia por si no respiran, y lo repito a diario, como un ritual. Comprendo que me quedan menos veces para hacerlo, porque sus figuras han crecido y cada vez llegan más abajo, hasta el final de…

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