La ministro es médico

La ministro es médico

Tenemos una ministro de sanidad que es médico.

La conocemos bien, bastante bien, por sus intervenciones en eso que dan en llamar asamblea de Madrid y en varias campañas electorales. Momentos estelares suyos son, por ejemplo, el gesto de disparar a un rival político, la cara de cemento armado que puso cuando acusó a otro de cobrar una ayudita cuando ella también la cobraba y el bochorno de verla y escucharla en esos programas que llaman debates y que no lo son.

Así que podemos pensar fácilmente que cualquiera puede llegar a ministro.

Pero también podemos pensar que cualquiera puede llegar a médico. A esta conclusión llegamos enseguida después de ver el ridículo tan espantoso que hicieron los ahora llamados sanitarios hace tres años y que tanto desprestigio les trajo (y sigue trayendo).

Desde luego que sí. Porque una medida como la que hoy nos regala la médico la puede tomar cualquier descerebrado, médico o no.

Y si es médico, peor, porque demuestra que es idiota perdida y no se entera de nada en asuntos en los que debería demostrar algún conocimiento y bastante sentido común (no está pasando nada anormal, nada que justifique lo que impone) o que es un ser despreciable que se vale de su condición para atemorizar a la vez que intentar dominar y deslumbrar a la pobre gente que de ella se fía (hay que ser…).

Claro que tampoco nos extraña, pues sabiendo la ideología de la susodicha, sabiendo los millones de asesinados en su nombre, sabiendo los millones de desgraciados que se han llevado (y se siguen llevando) a la miseria en su nombre, lo que menos tenemos es sorpresa.

Peores cosas nos impondrá, al tiempo.

Tenemos una ministro de sanidad que es madre, también.

Se puede pensar fácilmente que cualquiera puede ser madre. 

Eso es lo único que nos salva (de momento).

Saludos a todos los pandémicos adoradores del bozal encantados de conocerse.

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