Las dos Españas.
En tiempos de tribulaciones, como los de ahora, me viene a la cabeza el viejo cuento de las dos Españas.
Desde pequeño he oído hablar de las dos Españas, aunque siempre me he resistido a pensar que existieran.
No puede ser, me decía para mí, que un país como el nuestro, tan viejo, haya sobrevivido tanto tiempo dividido en dos. No puede ser, pensaba, que tantos millones de personas pensaran una cosa o la contraria sin más matices, siendo, como somos, cada uno de nuestro padre y de nuestra madre (como se solía decir).
Ahora están los tiempos revueltos en lo político y en lo “pandémico” (que viene a ser lo mismo) y he pensado en el tema de nuevo. Concretamente, me ha venido a la cabeza la división en dos bandos justo en medio del día de la madre, en un aparentemente, día de celebración inocente.
Tal y como están las cosas, pensé, lo lógico es creer que no solamente hay dos Españas, sino 17 o alguna más, viendo el ansia de los caciques autonómicos por hacer de sus posesiones feudos diferentes al resto, aunque con la coincidencia, unánime, de imponer absurdas restricciones locales a cual más carcelera y con la coincidencia, unánime también, de no dejar vivir en paz a sus sufridos siervos.
Pero no, no hay 17 o más Españas, no. Hay dos y solamente dos.
Está la España que el domingo celebró el día de la madre con la suya y con los suyos, aún en medio de restricciones dignas de distopía televisiva, entre mascarillas e infracciones más o menos públicas, y está la España que tuvo que pasar el día separada de su madre y de los suyos porque vive al otro lado de una línea imaginaria que divide el territorio en 17 o más cárceles. Porque cometió el pecado, mortal, de trasladarse a otra ciudad a ganarse la vida, porque cometió el pecado de salir de los límites que controla el cacique local.
Está la España que lleva un año largo imponiendo restricciones ilegales, absurdas, liberticidas y criminales a sus semejantes con la excusa de que hay una enfermedad, o que lleva un año largo aplaudiendo esas restricciones y pidiendo que no dejen de imponerlas a sus convecinos, y está la España que solamente quiere seguir viviendo, aún con enfermedades, que solamente quiere seguir trabajando y que no anima a encarcelar a nadie.
Está la España que ha seguido trabajando, parapetada en sus privilegiados puestos de funcionario o en sus tecnológicos trabajos hechos online, y está la España que se arruina porque no le dejan abrir sus negocios o se le imponen trabas para trabajar en sus ocupaciones, por lo visto indignas por ser actividades que se realizan junto con otras personas.
Está la España que sostiene a la otra España con el esfuerzo diario y está la España que no produce nada más que privilegios y que sostiene con sus votos a dictadores confesos, redactores de leyes que expolian a sus semejantes.
Está la España que se alegra de serlo, aunque sean duras las circunstancias, aunque estemos ahogados por las deudas, aunque tengamos más pasado que presente y está la España que odia a España y que le da asco usar su nombre, sus símbolos, su idioma, que no tolera a sus vecinos (aunque no lo suficiente para salir corriendo lejos).
Está la España que solamente quiere vivir en paz, no imponer nada a nadie y está la España que quiere imponer ideas heredadas de asesinos de masas, que quiere adoctrinar a los hijos de los demás, que quiere imponer una historia inventada, falsa, que quiere ganar ahora lo que perdió repetidas veces, que detesta las urnas y la opinión del pueblo.
Está la España de siempre y la que miente, manipula, manda callar, agrede y mata por la espalda, de un tiro en la nuca o con una bomba lapa.
Está la España que quiere quedarse con un trozo de lo de todos, sin preguntar, para convertirse en reyezuelos de un pedazo, en caciques por la gloria de sus apellidos, en dominadores de sus pueblos y está la España que siempre estuvo, que calla pero que no otorga, que hablará.
Está España y la antiEspaña.
Yo sé dónde estoy. Yo sé dónde están los que me rodean.
Artículo original publicado en InfoHispania.