Hoy no estoy de humor, así que me voy a ocupar de nuestros queridos, queridísimos políticos, esos que tanto están haciendo por nuestro bien.
Habrá que empezar por nuestros amigos del gobierno central. No porque quiera, sino porque están ahí. Desgraciadamente, están ahí.
Y ya sabemos a qué se han dedicado desde mucho antes de llegar ahí. Dejando aparte su medra personal, su bien alargada mano “arrepañando” sueldos y prebendas, han llegado ahí para desmantelar lo poco que de nación nos queda. No tienen exactamente los mismos intereses, pero son intereses bastardos en cualquier caso.
Socialistas y comunistas juntos en el gobierno es sinónimo de caos, de revolución, de miseria, ruina y represión. De una forma o de otra. Y no lo digo yo, lo dice la historia y lo dicen las actuales circunstancias, vaya.
Así que no han hecho otra cosa que ir a lo suyo. A encerrarnos, a quitarnos la libertad y a dejarnos morir a los que hiciera falta, si la hacía. Y a tramar todo tipo de golpes en nuestra contra. Decretos infames, ilegales, confinamientos indignos, secuestro y extorsión.
Nada que pueda sorprender. No hay más que verlos, no hay más que contemplar a quién hemos puesto al frente.
Mientras estábamos en casa y nos prohibían trabajar, nos negaban la atención y el sustento. El resto les resultó fácil. Con el poder judicial (ja, ja) decrépito, con la oposición entregada, cuando no colaboracionista (con la excepción de un puñado de aguerridos españoles), con los meretrices medios de comunicación y con el pueblo muerto de miedo, todo está siendo un paseo. Triunfal hasta ahora.
Tan seguros están de todo, que en los últimos días se han atrevido a asaltar el poder todos los sitios en los que les era posible, aunque con resultados aún inciertos.
También los segundones han tenido muchos minutos de gloria, claro está. Después de un estado de alarma primaveral en el que se vieron superados, acojonados por la situación, en el que reconocieron que eran unos “don nadie”, en el que respiraron aliviados porque les quitaban la responsabilidad de encima, comenzaron a tener ansias de protagonismo.
Así que ayudaron al irresponsable, incompetente y esparcidor de culpas gobierno central a diseñar una “desescalada” a su medida. Carajal de envidias e insidias autonómicas a la vista. Unos peleándose contra otros y contra todos para ser los primeros de la carrera, dando gusto al tío sánchez y sus ministros, que se pirraban por las genuflexiones para pasar de fase o por sus pataletas por el castigo inmerecido.
Cuando ya había que darnos algo de suelta para que no estallaramos, nos regalaron una “nueva normalidad” que devolvía las competencias a los caciques. ¡Qué bien! Otra vez las cosas en su sitio. Así que lo que parecía que iba a ser un verano llevadero se trocó en diarrea normativa, que para eso tenemos 17 o más parlamentos que cagan leyes sin descanso.
Así que somos el país que más. El que más medidas y restricciones absurdas tiene, el que más exigencias exige. Y acabamos llevando la puta mascarilla hasta para ir al baño en nuestra casa, acabamos no pudiendo ir a la playa sin tener a un policía o a otro idiota con chalequito fosforito detrás de la chepa, acabamos teniendo confinamientos perimetrales de comunidad autónoma, de provincia, de localidad, de barrio, de área de salud o de escalera, o todas a la vez, acabamos con los bares cerrados, abiertos, solo las terrazas, la barra no, acabamos de los nervios.
Y ellos felices, dando ruedas de prensa, preocupadísimos por nosotros. Pero pidiendo pasta al gobierno central, que es lo que mejor se les da.
Luego, con la venida del viento otoñal, y como estaba en el guión, les entró miedito y pidieron otro estado de alarma. Y fue concedido, pues sánchez es magnánimo, pero esta vez de 6 meses, 6. Pero con competencias para los caciques, para que todo el mundo esté contento.
Y en esas estamos, teniendo que llegar a casa a la hora de las gallinas y no sabiendo qué se puede hacer o qué no. Y sobre todo, sobre todo, no pudiendo salir de la comunidad autonómica, que se note que los caciques tienen un territorio que controlan.
¿Eres español? No, eres valenciano, o extremeño, o murciano, amigo. El orgasmo de la transición llegó, vaya si llegó, fronteras dentro del país.
No obstante, en todo hay grados. Tenemos, por ejemplo a los catalanes, que siempre han ido por libre, con alarma y sin alarma. Vale que no se aclaran, vale que están en la puñetera ruina, vale que mienten, vale que no se entienden ni ellos, pero van a lo suyo, como los malcriados que son.
Luego están los vascos, que están tranquilitos porque todo esto les viene como anillo al dedo. Fronteras cerradas, endogamia que es lo que les mola, pero con la pasta de otros. Estupendo, aunque no les haya temblado la mano a la hora de cercenar las libertades de su pueblo, que tampoco es tan fiero como lo pintan. Se atrevían con gente buena, indefensa y por la nuca, pero nada más. Nada que no supiéramos.
El rincón noroeste ha tenido mala suerte. Ahí están los caciques más caciques. Está el todopoderoso gallego, matón al más puro estilo, despiadado perdonavidas. Tiene a los suyos bajo la bota, pero aún así les pide que le adoren, porque es lo más. Merecido se lo tienen.
Está el mediocre castellano, de cerebro más bien plano, asistido de su maligno segundo, médico para más señas, que es tan superior al resto de humanos que le votan, que no para de despreciarles. Y de arruinarles por su bien.
Está el asturiano, que se ha echado al monte y no es precisamente un Pelayo. Acabarán mal con el barbas y sus ínfulas separatistas camufladas, al tiempo.
El sur siempre es más tranquilo, dentro de esta debacle. Extremeños y andaluces han tenido de todo, pero tampoco se han ensañado con ellos. Tampoco han tenido mala suerte los madrileños, aunque han tenido que aguantar los insultos del bipolar manchego, que a veces parece que ha bebido (he dicho parece, oiga).
Y el oasis valenciano, esa costa a la que muchos queremos ir, se han encontrado que han puesto a los más facciosos, a los más sectarios, en el peor momento. Bienvenidos al infierno, chicos, habitantes otrora de la cosmopolita, pujante y atractiva comunidad valenciana.
Del resto no estoy muy al tanto, la verdad, y ya voy estando cansado.
Y de los canarios no quiero ni hablar, porque bastante tienen los pobres con su invasión.
El de España es un caso inédito en Europa: la nación (dicen) más antigua se ha quedado en simple y mondo Estado (el famoso «Estado español») sin nación sobre la que cimentarse. Como termitas, el politricasterío ha encontrado en él la disculpa perfecta para ejercer el expolio sistemático durante decenios. Va quedando ya la simple estructura, y toda la sinvergonzonería al aire.