El espectáculo que nos ha ofrecido este fin de semana “suseñoría” ha sido lamentable. Como lamentable es ver qué país éramos (no hace tanto) y en qué país nos hemos convertido.
Y lo peor de todo es que nos hemos quedado con las ganas de ir entrenando con eso de burlar a las autoridades pasándonos al lado oscuro de la disidencia. Que digo yo que también nosotros, los ciudadanos normales y corrientes que solamente miramos nuestro teléfono para leer noticias que no sean tan mentirosas como las de los periódicos y la tele, que lo usamos para comunicarnos con nuestra familia pero nos da la gana de usar esa aplicación azul de malotes, tenemos derecho a entrenar para las situaciones que nos vienen.
No vale que solamente los que nos quieren controlar (física y mentalmente) hagan experimentos (plandemia, supuestos desabastecimientos, amenazas a la seguridad nacional, elecciones…) y nosotros tengamos que conformarnos con portarnos bien. Guardaremos los proxys y las VPNs que ya tenemos afiladas para otra ocasión.
Ignoro si “suseñoría” es de los que cree que todos le van a hacer caso porque lleva una bata negra, si es de los que coge berrinchitos porque nadie le hace caso, de los que quiere llevarse bien con los que manejan el poder y la pasta para asegurarse lo que sea que quiere asegurarse o si, simplemente, es idiota. Pero vaya un ridículo que ha protagonizado, y, de paso, vaya un ridículo que nos ha hecho protagonizar como país.
Porque hemos pasado, en poco más de dos días, de país-democracia-occidental-UE a dictadura-comunistoide-tipo-Cuba (o Corea del Norte) y luego a república-bananera de esas en las que un rato se dice una cosa y otro rato otra.
Aunque lo cierto es que hemos quedado mucho más abajo que las llamadas repúblicas bananeras. “Suseñoría” se habrá dado cuenta de que cualquier país chiquito es capaz de ser serio con sus compromisos. Si decide que no da información de sus empresas a nadie por más que sea una “señoría-uropea”, pues no se la da y listo. Y si una empresa decide decir que no vende a sus clientes, pues no los vende. Hay pocas, pero algunas hay (de momento).
Nadie medianamente serio se anda metiendo a quijote salvando al mundo de villanos que solamente están en su cabeza o en las cuentas de resultados (desastrosas por otra parte) de unos medios de comunicación tradicionales venidos a menos por mentirosos y por vendidos.
De imperio a país decadente que luego tuvo el arrojo suficiente para parar al comunismo y hacerse un sitio en el mundo libre, hasta ser la punta de lanza en Europa del “socialismo del siglo XXI”, comidito a dentelladas por corruptos, socialistas de todos los partidos, supremacistas de varias regiones consentidas y prostituido a todo aquél que quiera hozar por aquí.
Por supuesto, “suseñoría” ha hecho una contribución destacadísima a las ya bien trabajadas de muchos de sus compañeros de profesión para desprestigiar eso que alguna vez fue el tercer poder, el independiente.
Si los políticos ya eran algo asqueroso desde hace tiempo y la plandemia nos regaló la caída al alimón de policías y sanitarios al fango de lo despreciable, la judicatura-fiscalía se empeña en “no quedarse atrás”.
Ea, nos vemos en las catacumbas a no tardar.