Salvoconducto para vivir

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Salvoconducto para vivir

Y aquí está el hombre, rellenando un salvoconducto para regresar a su casa en compañía de su familia. Ya tuvo que rellenar uno para el viaje de ida, justo antes de la Navidad, para poder visitar a sus familiares.

Su mujer y sus hijos le miraban, asombrados, perplejos aún por el hecho de que, para viajar a casa de sus padres, de sus abuelos, tuvieran que llevar un papel. Declaración responsable lo llaman, explicaba él mientras escribía los nombres de todos, los números de DNI, las direcciones, teléfonos. Y tenemos suerte, añadía, porque a mi madre y a mis hermanos no vamos a poder ir a verlos, ni con papel, simplemente está prohibido.

Para poner en contexto las cosas, les contaba que hace poco más de dos mil años ya una familia fue víctima de las arbitrariedades de los poderosos. Empadronamiento lo llamaron y todos los habitantes del imperio tuvieron que desplazarse al lugar de donde procedía su familia, para inscribirse en el censo.

Esa historia la habían oído todos, aún sin reparar en que el empadronamiento solamente beneficiaba al emperador, al gobernante. Era él quien quería tener un conocimiento preciso sobre sus súbditos, conocimiento que podría usar para su beneficio. Aunque eran ellos los que tenían que hacer los sacrificios, claro está, que se desplacen todos si hace falta, pero que vayan a sus pueblos, no vamos a desplazar solamente a unos cuantos funcionarios, faltaba más.

Y, dos milenios después, casi un año después de que algunos decidieran que el mundo occidental encerrarse, estaba prohibido visitar a tu familia, estaba prohibido regresar a tu casa, a no ser que tuvieras un papel y que cumplieras las condiciones que el emperador de turno había establecido unos días atrás.

En parte para dar salida a su contenida ira, en parte para que sirviera de enseñanza, explicaba que lo que mal empieza, acaba mal casi seguro. Se empieza por ceder parte de tu libertad y de tu propiedad al gobierno a cambio de algo de comodidad, a estar agustito no teniendo que preocuparte por escoger la enseñanza de tus hijos, o el médico, o no teniendo que ahorrar demasiado para la jubilación y acabas siendo irresponsable para vivir tu vida.

Acabas teniendo prohibido trabajar, acabas no pudiendo salir de casa más que cuando te dejen y a los sitios que te dejen, acabas no pudiendo ver a tu familia, no pudiendo cenar en Nochebuena, acabas teniendo prohibido ir a misa, a no ser que tus amos digan que cumples sus condiciones. Tienes que firmar una “declaración responsable” de que eres buen súbdito y cumples lo que te digan. Y si no, pena de multa, pena de cárcel, pena de exclusión social, por irresponsable.

Eso este año, porque hay una epidemia. El año próximo será por cualquier otra excusa. Quién sabe si será porque hace mucho calor o porque hace mucho frío, porque nieva, porque hay una guerra, porque han visto un ovni o porque hay algo raro en el aire o en el agua… Pero será, no lo dudes, por tu bien.

Y estará prohibido vivir, sin excepciones.

Artículo original publicado en Tradición Viva.

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