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Reuniones escolares

Una reunión más. Y una menos, porque esta etapa de padre de chicos en el sistema escolar obligatorio va tocando a su fin. Afortunadamente.

Sensación de abandono, de hartazgo, me dejan estos eventos. La que me transmiten ellos, el cuerpo de profesores  y el equipo directivo, como se hacen llamar.

Entre los logros de la reunión, vaya como primero, está el que no se haya hablado nada de lo que van a enseñar a los chicos, ni cómo. Ni un solo minuto del tiempo fue dedicado a estas cuestiones relacionadas con la enseñanza.

Sí han reconocido que les es imposible hacer cumplir algunas de las normas fundamentales del colegio, como que los chavales no usen los móviles en las aulas, mientras se imparten las clases. Pero acto seguido, nos lanzan a los padres allí presentes, una batería de consejos para que nosotros evitemos que hagan mal uso de esas tecnologías, las nuevas tecnologías las siguen llamando, todas las horas del día.

Es decir, un grupo de profesores  que aún llaman nuevas tecnologías a lo que sus alumnos usan desde que naces, que a duras penas son capaces de proyectar una presentación en un aparato corriente, que apenas entienden el funcionamiento de una simplona plataforma web que tenemos para comunicarnos y que los padres llevamos en el móvil, que se declaran incapaces de controlar el uso que hacen de sus móviles veinte alumnos  en un aula (tienen sus trucos, dicen), se atreven a decirnos lo que tenemos que hacer en casa y fuera de casa con ellos.

Zapatero, a tus zapatos.

Elogio de la educación pública y de calidad.

La alumna que todo maestro quisiera tener se presenta en el despacho de un sesudo profesor de universidad. Ha concertado una cita porque ha descubierto, con gran pesar, que tiene un 5 como nota en su asignatura (algo así como 4 puntos menos de lo que suele ser habitual), y quiere saber las razones.

La conversación discurre de la siguiente manera:

-Buenos días, dígame su nombre y curso.

-Respuesta de la alumna, con nombre y curso.

-Umm, ¿querría tener un 7?.

-Hombre, pues claro.

-De acuerdo, pues un 7. Que pase la siguiente.

La alumna no sale de su asombro, pero sí del despacho, confundida, pero con un 7 y con la sensación de que no ha entendido nada y de que podría haber conseguido más. Aunque su prudencia le hace pensar que si hubiese replicado, teniendo en cuenta lo arbitrario de la situación vivida, podía haberse quedado con un 5 (o menos).

Evidentemente, queremos más, pero mucha más educación pública y de calidad, como ésta. Claro que, gratuita, por supuesto.

De la profesora que rompe trabajos en el pasillo sin leerlos y diciendo que son «una mierda» sin haberlos ni abierto siquiera, mejor no hablamos, ¿no?