Teruel pide, luego existe

Teruel pide, luego existe

Estamos de resaca de elecciones. Hemos tenido sobredosis y ahora hay que digerir con calma todo lo que ha pasado y lo que se nos viene encima, porque, aunque muchos piensan que las elecciones son la solución a todos los problemas, generalmente sólo empeoran las cosas.

Una noticia entre tantas es que hay un diputado nuevo en el Congreso. Uno de un grupito muy minoritario, originario de una provincia española de esa parte que se ha venido a llamar “la españa vaciada”. De esa parte de nuestro país en la que, así nos lo cuentan una y otra vez en la tele, se vive muy bien, muy tranquilito, donde el aire es casi puro, no hay estrés y crecen unas setas riquísimas. Un auténtico paraíso, que nos empeñamos en perdernos todos los modernos urbanitas con nuestra manía de hacinarnos en malolientes ciudades, nerviosos y malhumorados todo el santo día.

Está de moda el asunto de la despoblación y, como siempre que algo se pone de moda o lo ponen de moda los políticos y los periodistas, le presto cierta atención, haciéndome a la vez la pregunta: ¿cuánto nos va a costar esto?

Y, efectivamente, de eso se trata, me temo. Porque no va de explicarnos lo del nombre; si ha sido vaciada, ¿quién la ha vaciado? y, ¿por qué la han vaciado? No, va de cuánto quieren sacar con el asunto.

Echando un somero vistazo a su programa, nos damos cuenta de que, amablemente, solicitan una fiscalidad diferenciada en su zona (menos impuestos para ellos), que se instalen sedes de organismos públicos, rehabilitaciones (dinero) de viviendas para su alquiler, asignación de fondos (dinero) de la UE, apoyo (dinero) para todos los sectores económicos, apoyo (dinero) a la agricultura y ganadería, aumento del número de Guardias Civiles en sus pueblos, mantener y potenciar (dinero) el patrimonio, autovías, trenes, carreteras, fibra óptica (gratis) y cobertura 5G de móvil, reindustrialización e inversión económica (dinero) en Andorra y agua del Ebro sin limitación de usos.

He intentando encontrar una memoria económica de todo lo dicho anteriormente, una estimación de cuánto supone en euros contantes y sonantes, pero no la he encontrado. Puede ser que yo no sea muy hábil buscando información en internet o puede que sea que no la hay, lo cual encajaría con la filosofía de todos estos proyectos, porque con dinero de otros no hace falta escatimar en gastos.

Digo dinero de otros porque, a pesar de pedir un fuerte aumento del gasto público en su provincia, pretenden que les bajen los impuestos a ellos, pasando la carga de los gastos al resto de la población, es decir, a los afortunados que viven en otras zonas menos despobladas.

Quieren repicar y estar en la procesión: menos impuestos para tener más dinero en el bolsillo, pero más gasto público en infraestructuras y subvenciones a las empresas o autónomos para generar renta, aún improductiva; más Guardias Civiles aunque tengan más seguridad ciudadana…

Pasando por alto que estas medidas han fracasado antes allí donde se han implantado, y lo seguirán haciendo por mucho que nos empeñemos en seguir tomándolas (como el socialismo, vaya), me pregunto por qué no, en lugar de meternos a todos en el ajo, buscan a los antiguos habitantes de sus pueblos para hacerles pagar sus exigencias. Sabido es que la mayoría de los que quedan en esas zonas tienen familiares, hijos, nietos, hermanos, primos, que una vez vivieron allí y que emigraron a las ciudades en busca de trabajo y oportunidades. O simplemente porque quisieron. O porque ellos mismos “les dieron estudios para que tuvieran una mejor vida, unos mejores trabajos”.

Tal vez les puedan explicar a ellos que por su culpa están pasándolo tan mal. Que por sus decisiones, se han quedado solos. Y estos, a su vez, podrían optar por volver o asumirlo y pagar religiosamente, por desertores.

Aunque puede que los condenados urbanitas les respondieran que aquí cada uno vive donde puede o quiere. Que ellos se fueron y sus hijos se han quedado en las ciudades y viven, sí, pero que también tienen lo suyo. Tienen impuestos más altos, tienen restricciones en la circulación y aparcamiento de sus coches por entre las cada vez más abundantes líneas azules, tienen más gasto en gasolina y en transporte público, tienen que pagar más por una vivienda, por el IBI, por las basuras, por el impuesto de matriculación.

Tienen que perder horas y horas en ir hasta el trabajo, tienen que gastar en guarderías o en cuidadoras de sus niños, en actividades extraescolares, tienen que hacer colas hasta para lavar el coche los sábados, colas para entrar o salir de la ciudad los fines de semana, tienen que madrugar mucho a diario y llegar a la hora de cenar a casa.

Y que, si tan a disgusto están, que se vengan, que este es un país libre (o eso decimos constantemente) y que disfruten de todo lo anterior.

O que se queden y se despueblen tranquilos.

Artículo original en https://www.elclubdelosviernes.org/teruel-pide-luego-existe-2/

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