Decenas de miles de personas fallecidas. Y las que no se cuentan. Y las que no quieren que contemos.
Los muertos del sepulturero profanador y su compinche bolchevique.
Madre mía, qué increíble aventura he pasado, no se lo van a creer.
Resulta que anteayer estaba dando mi cabezadita de confinamiento rutinaria, en el sofá, cuando abrí un ojo y vi, para mi espanto, al sepulturero profanador dando la charlita. Como estaba somnoliento, medio dormido vaya, al oir que estaba hablando de «desescalada», al principio no entendí a qué se refería.
Después, ya más despierto, me di cuenta de que estaba hablando del «desconfinamiento». Yo en mi vida he hecho escalada, pero tampoco había estado confinado, así que el tiempo y la inactividad me habían pasado factura y no sabía bien en qué día estaba. Las ansias de tomar un poco de aire fresco hicieron el resto, así que me vestí a toda prisa y salí corriendo de casa, mientras mi mujer, más reflexiva, me advertía a voz en grito de mi temeridad: ¡te vas a meter en algún lío!
Una vez en la vía pública, divisé a un policía y decidí preguntarle. Caballero, me quiero «desescalar del todo», pero ya. Dígame qué tengo que hacer. El tipo, que debía ser amigo del general ese que me monitoriza, me respondió que lo que podía hacer era firmarle la denuncia que me estaba ya clavando porque me estaba saltando las fases O y 1 de un plumazo, y que, por respeto al enterrador y al ministro illa maravilla, eso no se podía hacer. Todavía si fuera usted a por tabaco, tendría un pase, añadió.
Con la denuncia en la mano, decidí comprar tabaco, pues aun siendo lo que se conoce como «no fumador», me resultaría útil para hacer contrabando en las próximas semanas, que en épocas de hambre el tabaco vale mucho.
Cuando salía con el paquete (de tabaco) en la mano, otro policía me extendió, amablemente eso sí, otra denuncia, pues al parecer en mi provincia no se puede comprar por la tarde en la fase en la que estamos, o eso creía él, aunque confesó hacerse algún lío de vez en cuando con lo de las fases, pero que extendía siempre denuncia ante la duda. Mejor es denunciar que estudiar, sentenció.
Pero como era muy amable, me dijo que había alguna actividad permitida en las provincias limítrofes, que estaban más avanzadas que la mía. Así que cogí el coche y me dirigí raudo a la provincia de león, pues vivo en teruel, para ir a la peluquería. Mi alborotado flequillo me lo agradecería.
Y me gané otra denuncia, porque, según fuentes bien informadas (un guardia civil, of course), en la fase en que esa provincia se encuentra, solamente se puede ir a la peluquería los miércoles y viernes, previa cita, aunque siempre en horario no coincidente con la salida de los niños ni los runners, siempre que haya luna llena.
Como era tarde, hice noche en un hotel de carretera que solamente abría una habitación de cada tres, pero no te dejaban salir a la terraza, y que admitía huéspedes procedentes solamente de provincias en fase 2,5 que viajaran por trabajo, siempre que ese trabajo fuera de los no esenciales en el primer decreto de la pandemia, pero que hubiesen sido declarados esenciales de verdad de la buena en el tercer decreto de medidas extraordinarias contra el virus, sí hombre, el que se aprobó en la quinta prórroga, antes de los penaltis. Y siempre, claro está, que tomases un vermú con alguien conviviente contigo, pero no lo hubieses visitado en su casa, ni con distancia ni con mascarilla.
Obviamente, no cumplía yo ninguno de los requisitos establecidos, además de no tener perro, ni niño, ni huerto, vivir en provincia sin playa, no ser autónomo y haber nacido al sur de despeñaperros, por lo que yo mismo me redacté y firmé la denuncia pertinente, antes de poner rumbo a mi casa, que es donde mejor se está, dónde va a parar.
Mejor no les cuento qué me dijo mi sufrida mujer cuando llegué con todos los papelitos firmados.
Creo que me he «desescalado» para una temporada larga.
Lo peor es que este mal sueño no lo es en absoluto. Es una puñetera realidad que estos del gobiernín, el sepulturero profanador, su compinche bolchevique y su caterva de ministros, ministras, ministres, ministrines, astronautas y otras rarezas pretenden tenernos secuestrados el tiempo suficiente para que su «nueva normalidad» esté atada y bien atada.
Si alguno no sabe aún de qué va eso, que escuche al vicepandemias amenazando de muerte a la inmundicia que no piensa como él. Y que luego no me venga con eso de que no se podía saber.
Dar apoyo a estos es ser cómplice. Dar apoyo o sostén en cualquier cosa, para cualquier iniciativa. No señalarlos, no advertir a la gente, no oponerse frontalmente, no advertir de los millones de muertos asesinados, de encarcelados, de muertos de hambre, de esclavos sin posibilidad de huida que han causado «los suyos», los «representantes del pueblo», es ser cómplice. Cómplice necesario.
Haberlos votado es ser cómplice, a no ser que alegue trastorno psicológico transitorio. Hacerlo en el futuro es ser, sencillamente, compinche.
Y nos siguen muriendo.
Definición de imbécil de la RAE, que debería ser de obligada lectura antes de votar (aun sin que muchos la comprendan): Tonto o falto de inteligencia.
Definición de criminal, según la RAE, 4ª acepción: que ha cometido o procurado cometer un crimen.
Definición de secuestrar, según la RAE: retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines.
Y deseamos, de corazón, la total y completa recuperación de cuantos aquí se citan.
P.d.: el (no) uso de las mayúsculas es, cómo no, deliberado.
Alego trastorno psicológico transitorio, pero hace muchos años que me curé, gracias a Dios.