13.716 casos y subiendo, según la página web del ministerio de sanidad, información oficialmente vergonzosa porque es la misma que esta tarde a las 14:00 horas. En este mundo de redes, de vertiginosa información, es de traca que solamente tengamos una cifra oficial al día. Nos basta, pensarán los peligrosísimos dirigentes que tenemos. Le basta a las ovejitas que tenemos, que sigan en su redil.
Alguien cercano me ha dicho que tengo mucha acritud y crispación, que debo ver algo positivo, al menos en la gente. Hace no tanto me habría salido una contestación rápida, directa, punzante y casi seguro, hiriente.
Pero me contuve. Me coloqué los cascos, abrí Spotify, pinché en aleatorio mi lista Por la senda y me puse en pausa.
Y vi cosas positivas, como todos los días, por todas partes. Vi cómo los cercanos se hablan ahora más y se preguntan si están bien. Vi cómo casi siempre las despedidas virtuales acaban con buenos deseos y con (cursis) corazoncitos. Vi a esa compañera de trabajo, que dejando prudente distancia porque dependen de ella tres personas muy vulnerables, sigue al pie del cañón con buena cara, con una sonrisa, aunque tenue, huidiza.
Luego están los de siempre haciendo caceroladas para arrimar el ascua a su sardina. Y su sardina es pobreza, miseria, gulags, purgas, chekas… Y están los tontos útiles que se apuntan, no dándose cuenta de que ellos pueden ser los primeros en caer en sus trampas. No hay más que mirar a venezuela, cuba o corea de la muerte con los ojos abiertos. Y podemos televisión dando adecuada cobertura.
Habló el rey. ¿Tan difícil es salir enseñando detrás solamente la bandera de España? ¿En serio, jorge? Le recuerdo que, en ese engendro que es la desunión europea, su figura no tiene sitio, ningún sitio.
Que no ha utilizado la subnormaloide manía de desdoblar el «género» al hablar. Pues un puntito, pero pequeño.
Todos juntos. Vale, su papel era dar un mensaje de ánimo. Pues ya lo ha dado, apunte otro punto, pero sobra, que uno está más que harto, eso de decir que hay que aparcar las diferencias y bla bla bla.
No, colaboraré en lo que tenga que colaborar, pero no pienso aparcar mis diferencias con todos los que, antes, durante y después de esto, mienten, mienten y vuelven a mentir, roban a manos llenas y pretenden cambiar mi manera de pensar, de ver las cosas, pretenden quitarme la libertad, la libre expresión, la propiedad, la dignidad, quitarme mis hijos, mis nietos y hasta mi vejez y mis creencias. Y se creen, sin serlo, superiores.
No, no aparco mis diferencias con todos los que pretenden aprovechar esta situación, para extender el estado hasta que nos asfixie a todos. Seguiré en las trincheras, combatiendo.
Y recordamos la definición de imbécil de la RAE, que debería ser de obligada lectura antes de votar: Tonto o falto de inteligencia.
Y la de trilero: persona que dirige el juego del trile, que es un juego callejero de apuestas fraudulentas que consiste en adivinar en qué lugar se encuentra una pieza manipulada (la clave son las palabras fraudulentas y manipulada).
P.d.: el (no) uso de las mayúsculas es, cómo no, deliberado.
Se ve la esperanza. Se aprecia apenas en las pequeñas cosas de cada día.
Junto a ellas, la amargura de creer que los más perversos pueden perseverar. Los lobos, además de comer, domestican, saben hacerlo muy bien.