Una de las últimas ocurrencias en esta pandemia que dicen que tenemos encima es la de que uno se autodeclare enfermito en su casa.
Después de la moda de las navidades, que ha consistido en que la peña se haga test de forma masiva fabricando una superola de casos y más casos, han llegado nuestros queridos políticos para poner orden en la situación y han decidido que esas pruebas caseras valgan como diagnóstico médico de una enfermedad e incluso den derecho a la baja laboral sin más ni más, bien a través de un sms recibido o bien por una declaración responsable que el enfermito rellene en el sitio web adecuado.
Si uno no tuviera ya menos capacidad de asombro que un mejillón en una batea, me hubiera causado perplejidad después de llevar, como llevo, décadas oyendo que uno no debe querer jugar a médicos, que debe siempre acudir a uno antes de decidir si padece una enfermedad, confiar en su acertado criterio y nunca, nunca, nunca automedicarse o informarse en internet (pecado mortal).
Así que nuestro sistema sanitario, el mejor del mundo según siempre he leído y escuchado, ha pasado en esta crisis del virus chino por las siguientes fases: esconderse y cerrar las puertas a los enfermos como primera medida de choque, sedar a todos los ancianos en residencias al menor síntoma como medida de gran impacto, aceptar aplausos a las ocho como medida profiláctica ejemplar, permanecer encerrados en los centros de salud llamando por teléfono a los pacientes, a la vez que repartir broncas a los que querían consultas “presenciales” como medida disuasoria, grabar tik-toks vergonzantes como medida curativa, ordenar a los enfermos que se curen solamente con agua y paracetamol hasta que no puedan ya respirar como medida clínicamente testada, pinchar algo ligeramente parecido a las vacunas sin preguntar ni la hora como medida erradicadora y dejar en manos de la población general el diagnóstico y la baja médica como medida ganadora definitiva, todo ello sin dejar de salir en la tele asustando viejas sin parar como medida pastoreadora sin igual.
Seguramente nuestra sanidad pase por más fases porque esto está lejos de haber pasado, que serán en consonancia con las anteriores, desde luego, así que permaneceremos atentos a nuestras pantallas.
En otros tiempos, hubiera esperado que un portavoz de ese colectivo de seres que trabajan con bata y fonendo al cuello dedicara unas palabras, con cara de cabreo morrocotudo, a los políticos por lanzar a la población consignas tan desacertadas, por ningunear de manera tan vil a una profesión tan importante, por poner en riesgo a la población animándola al autodiagnóstico, por no dedicarse a lo suyo, que sería proveerles de recursos necesarios para hacer frente a las enfermedades, y entrometerse en la labor médica real.
En otros tiempos.
Durante un segundo de lucidez, me pregunto si, como para esto del virus chino nos hemos convertido todos en médicos (perdón, en sanitarios) de la noche a la mañana, los médicos que actualmente están contratados se dedicarán ya en exclusiva a otras enfermedades (que seguro que las hay) y a tratar solamente los casos graves de la covid, dejando la lucha diaria contra la pandemia a los pobres contagiados, dejando a un lado definitivamente los puñeteros teléfonos.
Sé la respuesta, desgraciadamente, así que el segundo no me ha servido para nada.
Alguno que me lea pensará que toda esta palabrería se me pasará cuando realmente caiga enfermo, de este virus o de otra cosa, y suplique arrepentido que me administren los tratamientos que decidan, cuando decidan y como decidan, dócil como un corderito y suplicando perdón por tanta ofensa inmerecida.
Pues digo que yo no me dedico gratuitamente a denigrar a la profesión médica, sino solamente a narrar lo que veo, lo que ocurre a mi alrededor porque me niego a cerrar los ojos ante tanto disparate.
Y que si alguien está haciendo de menos a su profesión, son ellos, los antes médicos y ahora sanitarios. Ya pasó, por ejemplo con los maestros y profesores, y así están ahora. Y está pasando también con las policías, que acabarán como los anteriores.
Si caigo enfermo, que cada uno cumpla con su deber, nada más. Y seguiré siendo una persona; no un borrego, ni un delincuente, ni culpable de nada.
Mientras tanto, voy a hacerme el trigésimo test de esta semana, que estaban de oferta en los chinos.
Artículo original publicado en InfoHispania.